La semana pasada acudí a una entrevista de trabajo a la que sólo puedo calificarla de desastrosa. La cita fue a medio día con un Director de la Secretaría de Economía, el puesto se trataba de una Jefatura de Departamento.
Debido a que actualmente me encuentro laborando, tuve que escaparme para acudir a la entrevista. Para ahorrarme el contexto y detalles, sólo diré que tenía el tiempo justo para ser puntual. Al llegar a la oficina del Licenciado me anuncie con su secretaría la cual me indicó que esperara en una sala. Después de unos 15 minutos me llevó a la oficina del susodicho. Luego de la presentación y apenas empezada la entrevista, sonó su celular (esa fue la primera de tres llamadas que atendió en mi presencia). De acuerdo a lo que me refirió el mismo, se trataba de una amiga con la que no había hablado en un tiempo. La llamada duró alrededor de 10 minutos, tiempo en el que me dedique a explorar visualmente la oficina y a rogar internamente porque colgará y continuáramos con la entrevista ya que tenía que regresar a trabajar.
Cuando por fin terminó su conversación, y todavía con una actitud cortes de ambas partes, retomó el interrogatorio. El punto que siguió y en el que se centro exclusivamente la discusión de los siguientes 40 minutos, fue a una de las actividades que realizo en mi actual empleo, el proceso de selección que se lleva a cabo para ocupar ciertos puestos. A partir de mencionar eso el tipo comenzó no sólo a cuestionarme sobre su finalidad y obviamente su efectividad. Aunado a ello comenzó a hablar en un tono lo suficientemente alto como para que se escuchara su voz fuera de la oficina. Cabe mencionar que la entrevista se transformó en una cátedra legal (me mencionó que era abogado) que parecía estar dirigida a que aceptara yo su opinión como la neta del planeta.
Ahora viene la parte de lo que no deben de hacer si quieren quedarse con el puesto. Dado que mi entrevistador propicio más una conversación de café que otra cosa y siguiendo su tenor, comencé a hablar más fuerte, a defender no sólo lo que realizo por disposiciones oficiales, sino porque también tengo una firme convicción en lo que hago, derivado primero por mi formación y en segunda por mi experiencia. De algo estaba segura de que si no le iba a cambiar su opinión por lo menos yo tampoco cambiaría la mía y no pensaba seguirle la corriente a un tipo con un ego tan grande.
Deduzco que no fue algo fuera de lo común que la voz del Director se escuchará fuera de la oficina pero si el hecho de que se escuchará otra voz. Aquello ya se había convertido en una especie de partido en el que peleábamos por el manejar el balón a un mismo nivel. En ese momento, yo tenía muy claro que no me interesaba quedarme a trabajar ahí y gracias a él que dependía de su visto bueno el que yo entrara a trabajar.
De repente cambio nuevamente su tono para hablar suave y tranquilamente. Me dijo que ya me notaba alterada y enojada, por lo que prefería terminar la entrevista si yo lo decidía. Lo anterior era porque yo ya me estaba tomando personal todo lo que me estaba diciendo?????!!!!!!!!!
Reconozco que mi ego en ese momento también ya se había inflado y ciertamente ya estaba enojada. Después de que el idiota prácticamente me había dicho que lo que hago en mi trabajo no es funcional y gritarme ¿ahora pretendía correrme? Ja. No lo iba a permitir. Así que yo también decidí cambiar la estrategia y como yo iba a una entrevista, por que al parecer a esas alturas él ya lo había olvidado, le dije que no estaba alterada y que le pedía una disculpa por apasionarme. Que me apasionaba lo que hacía y que por eso lo defendía pero que jamás había sido mi intención ofenderlo. Y teniendo el micrófono otra vez comencé a describir mi experiencia profesional, en otras palabras hablar de lo que sé hacer pues ese era uno de mis objetivos.
Nuevamente fui interrumpida, para que amablemente me diera un vaso con agua, y por supuesto para retomar su rol de dirigir la situación. Así fue como llegó mi retro-alimentación sobre lo positivo y negativo que observaba en mí.
Ya para terminar, dijo que estaba viendo más candidatas y que de en caso de elegirme se comunicaría conmigo, y que tenía muchos puestos vacantes, entonces ya lo vería y me avisaría. Para la mayoría de los mortales ese hubiese sido el instante para dar las gracias y retirarse pero no para mi. Todavía me faltaba darme el lujo de ser yo la que le dijera que no me interesaba su oferta y así fue. Le pregunte cuales eran las funciones del puesto, ya que conocía el nivel pero no el área en la que se encontraba la vacante. Si yo me daba lujos, él por qué no, así que me respondió que había uno en ingreso (el área de mi interés) pero que tenía otras aspirantes, entonces pensando que a esas alturas yo daría mi brazo a torcer, me dijo que me contemplaba para uno de asistente, con funciones administrativas osea secretariales???????? Y por fin llegó el punto de decir “No gracias, no estoy interesada (en tener que soportarte)”. Ante un “yo creo que todos requerimos mejorar nuestros ingresos” respondí que de aceptar sería incongruente con mi discurso y que buscaba un puesto de mayor responsabilidad y desarrollo profesional (tomando como referencia el que actualmente ocupo).
Ya se imaginarán que salí encabronadísima de ahí. Pensando primero que había sido una perdida de tiempo “la entrevista”, que aquel era uno tantos que por el puesto creen que todos les debemos subordinación total y que el cambio de partido en el poder, aún con gente joven en sus filas, sigue partiéndole la madre a México. Está reseñada es más bien un resumen ya que sería difícil escribir todo lo que oí ayer y peligroso recordarlo porque mi PH se podría disparar una vez más.
Platicándole mi experiencia con un amigo, el cual se dedica a lo mismo que yo y me conoce enojada, me dijo que independientemente de lo correcto o lo incorrecto, no era lo esperado (“mi apasionamiento”). Pues esperado o no y por si no lo han concluido mi arrepentimiento brilla por si ausencia. Pero como consejo, la próxima vez que deseen obtener un empleo tengan presente mi experiencia y no le levanten la voz o lleven la contraria a su entrevistador.