20 marzo 2009

ME ENCANTA DIOS

Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe de las manos.
Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre de traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida - no tú ni yo -, la vida, sea para siempre.
Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang... Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.
A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho -frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias mutantes!
Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.
Mueve una mano y hace el mar, y mueve otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.
Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia -y se agita y crece- cuando Dios se aleja.
Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.
A mi me gusta, a mi me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.

19 de marzo de 1999


Hoy salí a distraerme un rato. Es difícil no sentirme triste por no encontrar empleo, después de todo no sé que tiene de malo tener 22 años, aún cuando no cuento con experiencia se supone que de algo debe servirme tener una licenciatura, ¿no? En fin, después de dos meses ya estoy cansada de revisar anuncios que solicitan personal de 25 años en adelante.
Enciendo la tele buscando enajenarme un poco para olvidar mis problemas. Quizá para eso no es la mejor opción el canal 11 pero de una manera fortuita aparece Cristina Pacheco en la pantalla. De repente comienzo a poner atención a sus palabras, sus frases suenan para mi como si estuviesen entrecortadas, menciona palabras como perdida y gran hombre. Sin haber escuchado algún indicio de su identidad comienzo a negar con la cabeza, mientras me digo que eso no es posible, no lo pienses, no puede ser él. Es inevitable comprobar lo temido, es así como me enteró que hoy 19 de marzo de 1999 ha muerto Jaime Sabines.